le tocaba en el brazo, posándose asquerosa en sus mejillas, silbando y chilando en su oído. El repugnante Rey de los Ratones estaba sobre su hombro y babeaba de color rojo por sus siete bocas abiertas y rechinando y castañeando los dientes, murmuró al oído de María, que estaba muerta de miedo: -¡Ssss...,sss!
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